lunes, 7 de junio de 2010

HÁBITOS DE HIGIENE EMPRESARIAL (1/6)

En nuestras vidas cotidianas, estamos inundados por hábitos en casi todas las facetas que desarrollamos. Desde la conducción ¿quién piensa en soltar el embrague poco a poco al poner primera? hasta esperar el semáforo verde, cepillarnos los dientes o peinarse (los que tienen pelo claro).

Son cientos de gestos automáticos que se han convertido casi en instintivos. Son fruto de un proceso de aprendizaje al que nos hemos visto sometidos más o menos voluntariamente. A pesar que el verde y el rojo están presentes en la naturaleza y que el rojo se asocia a la sangre, es decir peligro y el verde a la comida, refugio o lecho para los animales, no conozco ningún animal que, sin un aprendizaje siga las consignas de un semáforo. De igual forma, a pesar que son muchas las especies que, cada tanto se limpian los dientes mordisqueando ramas o raíces secas, no me veo a un mono, de forma espontánea y sin un modelo que copiar o seguir, abalanzarse sobre el cepillo y habiéndolo dotado de pasta dentífrica, cepillarse los dientes.

En nuestras sociedades, imperfectas todas, hay múltiples comportamientos, rutinas o consignas que son fruto del aprendizaje. Lo mismo sucede en nuestras empresas. Desde el concepto del comercio, hasta el de la producción, pasando por la gestión de las personas, el conocimiento, la información o cualquier otro ámbito en el que se desenvuelva o del que precise nuestra actividad empresarial, está lleno de consignas, rutinas y patrones que ayudarán al desarrollo de nuestras actividades.

Pocos se plantean hoy en día la gestión como un instrumento meramente instintivo. Esto no quiere decir que no haga falta un cierto “instinto” para llevar una empresa. Pero que éste presida nuestra gestión hará de nuestra empresa un mero proyecto empresarial sin vías de continuidad más allá de nuestra presencia y liderazgo del mismo. Son miles los proyectos los que no han superado la segunda generación por no ser ésta acreedora del mismo instinto que el fundador. Está claro que por muy destacable que sea un talento, si éste se basa única y exclusivamente en el instinto sin más soporte, el proyecto difícilmente le sobrevivirá al “padre de la criatura”.

En esta serie de escritos, pretendo invitar al lector a reflexionar sobre los tres pilares que, en mi modesta opinión, son básicos para el desarrollo de cualquier proyecto empresarial. Espero que juntos reflexionemos y podamos construir el esqueleto de esos hábitos mínimos de higiene empresarial que, en todos nuestros proyectos deberíamos considerar como imprescindibles y deseables.

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