martes, 29 de diciembre de 2009

¡FELIZ 2010!



Si me llamase Juan Carlos de Borbón empezaría este texto “en estas fechas tan señaladas...”; pero como no lo soy, no lo haré así.

Este será mi primer fin de año como empresario independiente. Para mí el fin de año suele ser época de balance, de recuperar los recuerdos de mi infancia en Argentina con mis padres, mis abuelos, mis tíos y primos. Allí era verano y venir a Europa supuso tener las Navidades como Dios manda: con nieve, frío,... No soy un fan de las Navidades más allá de crear en mis hijos momentos para que recuerden al igual que yo recuerdo los míos; ahora serán de alegría y con los años se tornarán tristes o como mínimo les pondrán esa mirada vidriosa cuando recuerden el árbol iluminado del salón, el Belén en el que conviven los Reyes, el Niño y la Virgen con Gormitis o Pocoyo. Supongo que es ley de vida.

Lo que si me provoca una reflexión más profunda es el inicio del año fiscal, el pistoletazo de partida a un año lleno de proyectos, actividades e ilusiones. Independientemente de los vientos grises que nos azotan, de las tristes perspectivas que nos dan los políticos y organizaciones empresariales, no me resigno en aceptar el triste designio; no por ello voy a bajar la guardia o escatimar un ápice de mi energía y entusiasmo. Lidero un equipo pequeño de profesionales preparados, motivados y ávidos de llevar a buen puerto nuestro proyecto empresarial: tengo mucha suerte.

Siguiendo con esta reflexión, son muchas las empresas que van a necesitar de equipos como el nuestro que les ayude a recuperar el sendero que les llevará a seguir desarrollando de forma exitosa sus proyectos. No somos los únicos pero si queremos formar parte de ese distinguido grupo de consultorías que acompañan a sus clientes a lo largo de un camino que ambos han de definir. Pretendemos analizar, planificar y ayudar a implementar los cambios necesarios. Nos definimos como “servicios y desarrollos de empresas” creo que dejamos claro nuestro objetivo: dar servicio y contribuir con el desarrollo. ¿Hay algo más gratificante?

Por eso les deseo a todos los que nos lean, que reflexionen y encuentren sus propios proyectos de desarrollo: construyan el futuro. Si no pueden solo, pidan ayuda. Desde Sharp-Management estaríamos encantados de hacerlo, pero si elige otro compañero de viaje, le desearemos los mismo: que tenga un 2010 lleno de entusiasmo, energía y trabajo, que el éxito será su consecuencia.

¡Feliz 2010!

domingo, 13 de diciembre de 2009

Y DE REPENTE… ¡UN ACIERTO!

¿Cuántas veces no hemos tenido un éxito fruto de la casualidad o del azar? Seguro que a todos nos vienen decenas de casos a la mente. ¿Cuántos aciertos han sido fruto de una estrategia, de un trabajo arduo para obtenerlo? No, no empecemos a buscar excusas, que nadie nos oye.

En un porcentaje muy elevado, los aciertos son… porque Dios existe (según los creyentes) o por “suerte” para los ateos. Pero a pesar que la “suerte” se busca y ésta ha de encontrarnos preparados, en muchos casos… es casualidad. No es que sea pesimista, al contrario, no obstante tampoco quisiera que nos endiosemos y que creamos que hemos sido los artífices de todos nuestros aciertos. El caso es que los aciertos, por norma general son fruto de muchas conjunciones que se producen en un momento. Es decir que de todas las variables y combinaciones de las mismas, se han dado unas que nos han sido razonablemente favorables.

Veamos un caso que podamos todos visualizar y hasta ponerles nombre en nuestras mentes. Ese cliente que nunca nos compra y al que no cesamos de visitarle, haciéndole el artículo sobre las bondades de nuestro producto, de nuestra gama, de nuestro servicio,… hasta ese día que, pasando el umbral de la puerta, ya sentimos algo raro: no sabemos si es malo o bueno, pero algo pasa. Mientras nos dirigimos a la recepcionista, podemos ver a nuestro interlocutor a través de las mamparas, discutiendo por teléfono de forma acalorada. Nos ve y nos hace un gesto con la mano que no sabemos interpretar. Tras saludar a la recepcionista, ésta nos dice lo evidente: está al teléfono. No obstante, cuando se gira para mirarle, éste le repite el gesto que no supimos interpretar y al que ella responde al segundo: “pase señor, pase”.

Incómodos, penetramos en su despacho, con el aire cargado, una sonrisa de compromiso en los labios y escuchando la bronca que se está llevando el interlocutor del nuestro. Tras varios segundos de pié, mirando el calendario de la pared y la montaña de papeles que corona la mesa del cliente, éste tras un “ya sabrás tu lo que haces” cuelga sonoramente el teléfono. Me mira, se rasca la barbilla y tras invitarme con un gesto a sentarme, me dice de forma directa “¿tu me puedes poner aquí X unidades de …?”. Le miro extrañado y le respondo con un “sí, por supuesto”. Tras regatear el precio y sacar un compromiso de desviar parte de su consumo a nuestra empresa, salgo del despacho con mi primer pedido bajo el brazo.

En este caso, esta casualidad se convierte en una causalidad; es decir fruto de una estrategia, una planificación y unas acciones coordinadas (las visitas, el stock,…). Lo malo es que no pille su demanda con el paso cambiado, sin stock, sin saber qué referencias pueden interesarle y “dejándonos caer” para la visita de cortesía. Por otra parte, si no hubiese sido yo y le hubiese visitado otro competidor, posiblemente éste se hubiese llevado el pedido. Pero en el fondo, a pesar que nos habíamos propuesto “estar en la mente del cliente” hemos tenido la suerte de entrar por la puerta en el momento oportuno. No es menos cierto que si no le visitase con regularidad, seguro que no hubiese sido yo quien entrase en ese momento. Pero no podemos obviar que, en el fondo, esto ha sido, en el fondo, una mezcla de causalidad (causada por todo el trabajo previo y mi visita) y casualidad (fui yo quien entró por la puerta).

Mi conclusión es que no podemos dejar las cosas al azar, al albor de la casualidad. Tenemos que trabajar de forma constante y razonablemente metódica para poder “comprar boletos” para que nos toque “esa casualidad”. De ahí que es tan necesario configurar y trabajar con una secuencia que incluya reflexión, planificación y acción, ya que, sin ella, estaremos, tarde o temprano, fuera del mercado.

martes, 1 de diciembre de 2009

UN LEITMOTIV: LA ESTRATEGIA APLICADA

Puede parecer un simple juego de palabras, pero para nosotros, la clave de la gestión eficiente parte de este concepto tan simple. Si, el concepto es simple, pero no de fácil aplicación. Todos, en teoría, sabemos lo que tenemos que hacer, pero a la hora de hacerlo... bien la vorágine cotidiana, bien un “laissez faire” fruto que las cosas “no van mal” o sencillamente fruto de la falta del hábito necesario para sustraerse de esas “pequeñas” cosas “ladronas de nuestro tiempo”, no lo hacemos o lo hacemos a destiempo.

Pero hay un tema aún más grave: la falta de estrategia. Vamos a repasar juntos que supone tener una estrategia. No estamos hablando de esos bellos brindis al sol, fruto de una reflexión entre cuatro que plasman en un documento que solo será para sus ojos y los de los auditores de la ISO. Tampoco se trata de esa frase rimbombante colgada en todas las dependencias de una empresa, que por cierto nadie ha leído y que fruto de su “integración” en la decoración, ya nadie ve.

Una estrategia se trata de una “intención común” a toda la empresa. Fruto de muchas reflexiones con el mayor número de personas de la empresa y que deben estar inducidas por aquellas personas que tienen la visión de futuro del mercado, de la empresa y el conocimiento necesario para diferenciar a esta empresa de otras. Tras muchas tormentas de ideas y reflexiones multilaterales, se debe marcar una estrategia común. Una vez marcada, hay que invertir horas en compartirla con todos los empleados de la empresa, explicársela a los proveedores y transmitirla al mercado.

A partir de la estrategia desplegaremos las tácticas y las acciones para implementarla y para cumplir con nuestros presupuestos y compromisos. Éstas deben ser coherentes entre sí y con la estrategia. Tenemos que tener una base común en todas las actuaciones de nuestra empresa, ese punto en común es la estrategia. De ahí surge nuestra reflexión: nuestro leitmotiv debe ser nuestra estrategia. Si “vamos haciendo” o aplicando la GPI (Gestión Por Impulsos) desperdiciaremos una gran cantidad de recursos económicos, ilusiones, esfuerzos personales y tiempo, en “gestionar las derivas” porque sin tener claro en todo momento y todos, a donde vamos, terminaremos llegando a puertos no deseados.

Por eso les invito a que hagan, de forma muy preactiva y participativa, reflexiones estratégicas. Les invito a que definan muy bien que quieren, cómo lo quieren y luego que detallen cómo lo conseguirán. Una vez que esto esté hecho, no se olviden, de vez en cuando, de hacer un “seguimiento” de cómo están avanzando. Tracen un camino y asegúrense que están haciendo cuanto querían hacer, los resultados serán la consecuencia de sus acciones.

martes, 24 de noviembre de 2009

La elección... del cliente

Desde 1986 que soy titular del programa de viajeros frecuentes de una conocida línea aérea española. Desde entonces, he logrado el nivel “oro” en ese y en otros programas similares de toros competidores. He sido durante muchos años pasajero de clase business y hasta he recibido como premio de fidelidad, hace diez años, un viaje de ida y vuelta a Nueva York en Concorde. Hoy, a la excepción de vuelos intercontinentales, las compañías aéreas me han convertido en “subastador de viajes”.

Me explico: cuando antaño iba directamente a la web de una de las tres compañías en las que estaba afiliado a su programa de viajeros frecuentes, en busca del horario más conveniente, hoy rastreo en varias webs a la búsqueda del billete más barato en el horario que mas me interesa. Todo esto sin acudir ni a Ryannair ni a Easyjet. Me encuentro, a menudo, con unas diferencias, para el mismo vuelo que vale la pena atender. Sin ir mas lejos, mañana me voy a Palma de Mallorca y para el mismo vuelo tenia tarifas que variaban en un 100% (todas en turista). Esto no es grave y es producto de la oferta, la demanda, los cupos,… lo entiendo. Para mí lo grave es que hay compañías aéreas que han echado por la borda a un cliente fiel que les dejaba entre 25 y 40 mil euros al año en vuelos nacionales: un pasajero que “valoraba” mas cosas que el precio.

Mi reflexión a este respecto va más allá de la simple torpeza de las aerolíneas en el tratamiento de sus clientes “business”. De hecho su negocio en esa clase ha caído de forma alarmante: eso es el precio de su falta de destreza comercial, de su ceguera ante el cliente y prepotencia. Me preocupa usted señor lector. Me preocupa esa persona que trabaja en una PYME que, por motivos varios ha desenfocado al cliente, esa empresa que se ha olvidado porqué el cliente le compra. Ese es un pecado mortal en la empresa y a pesar que se recupere, ese cliente que pasa la cortina hacia turista, para pagar 100€ por un billete que pagaba 200€ y que a los pocos días ni espera el zumo y hasta se olvida de él, les costará mucho más de lo que piensan hacerle volver a las primeras filas de su avión y lo peor, lo harás por 150€, no por 200€ ya que un zumo no vale ese precio.

No se olviden de su razón de ser, no se olviden de estar “epidérmicamente” en contacto con el cliente, en mirarle a los ojos, en acompañarle es las reflexiones sobre sus gustos y querencias, por descubrir a su lado sus necesidades reales y las accesorias. Piensen juntos, imaginen juntos cómo será el futuro, jueguen a construirlo y dibujarlo que, aunque luego no vaya a ser así, en algo se parecerá y usted y su cliente tendrán una “experiencia compartida”, tendrán un vínculo real. En mi estancia en la industria auxiliar del automóvil, íbamos de la mano varios actores trabajando en el mañana, aportando ideas, soluciones, innovaciones,…

Me preocupa que la mayor parte de los anuncios de la televisión hagan mención al precio. Eso me dice que, de alguna forma, nos rendimos a entrar en esa batalla. Me parece triste y poco imaginativo. Tenemos que ser los más eficientes… EN TODO, precio incluido, pero sobretodo tenemos que estar presentes en la mente de nuestros clientes y para ello, que mejor forma de hacerlo, que hacerles parte de nuestro producto.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Se lo merecen...

En estos momentos tan delicados y revueltos, en donde no hay día en donde no leamos, oigamos o veamos desgracias empresariales y dramas personales, tenemos mucha suerte los que no protagonizamos tales noticias.

Hace muchos años, mi padre me explicaba que la vida tiene dos caras: la suerte y el trabajo. Lo que no podemos, bajo ningún concepto, es dejar en manos del azar nuestro futuro, el de nuestras familias o nuestras empresas. Por ello, mas vale trabajar duro y bien, para que cuando llegue la suerte, nos dé un subidón y, si no llega, estaremos en el buen camino.

Nadie se atrevería a decir que el futuro de su Empresa lo deja al azar o a que le toque la lotería, porque sabe que sería tildado de loco, iluso irresponsable o algo peor.... Lo que no nos damos cuenta es que, en más ocasiones de las que pensamos, contamos con “pequeños milagros” no tan llamativos como la lotería, pero igual de ilusorios. Tenemos que hacer grandes esfuerzos para no sucumbir a estas ilusiones “empresariales”: desde un pedido a un margen astronómico, pasando por esa “generosidad” del banco al descontarnos unas letras o concedernos un crédito a un interés extremadamente bajo. Inmersos en la vorágine del día a día, en la guerra de guerrillas en la que tenemos que pelear cada pedido, es muy difícil no sucumbir a la presión del presente nos hace desenfocar el mañana.

No se me ocurre dudar que han hecho lo mejor que han podido dadas las circunstancias. No dudo de la capacidad y del esfuerzo de los trabajadores para superar estos momentos tan complicados. Lo que pasa es que si siguen haciendo lo mismo que han hecho hasta ahora, dudo que obtengan resultados distintos: no hay que esperar “milagros”. Pero no se rindan, sus familias, colaboradores y empresas se merecen sus esfuerzos, se merecen lo mejor de todos y cada uno de nosotros. Es una cuestión tan sencilla, como no rendirse ante la adversidad, no escatimar esfuerzos, ni inteligencia ni lucidez: se lo merecen.

La propuesta que hacemos desde sharp-management no es la “píldora mágica” pero si un enfoque desde otro prisma, con la búsqueda de “soluciones no exploradas”, con la recuperación de las “buenas costumbres” olvidadas y con la implementación de nuevos “hábitos de higiene empresarial” que ayuden a encontrar nuevos caminos hacia la recuperación de una senda de futuro. La sostenibilidad y futuro de nuestros proyectos empresariales pasan por ser capaces de asumir la realidad del presente: la retracción de los mercados, la baja en márgenes y el cambio de las reglas del mercado.

Hace pocos días pude leer una frase que quisiera compartir “la empresa que sea capaz de adaptarse a la realidad del mercado y ganar dinero en estas circunstancias, tiene el futuro asegurado”. La solución es fácil: actitud del personal, control y rebaja en nuestros costes, innovación permanente y presencia en la mente del cliente. Todo esto, solo se puede obtener mediante incremento de la eficiencia, mente abierta al cambio, compromiso con las persones (empleados, proveedores, clientes,...) y sobre todo aceptando las nuevas realidades.

¿No creen ustedes que se lo merecen?

jueves, 22 de octubre de 2009

UN RETO MOTIVADOR

Ayer noche, al volver de un interesante encuentro de emprendedores en Bilbao, me he encontrado con un correo electrónico que me ha alegrado el día. Se trata de un encargo de un cliente. Un encargo que supone un reto motivador y motivante.

Me voy a permitir hacer un poquito de historia sobre este encargo. Hace unos días conseguimos que una empresa nos recibiera para presentarles nuestra empresa y servicios. Tras exponerles las áreas que abordamos (diagnósticos, planes de acciones, acompañamiento en las implantaciones,...) el gerente nos escucha detenidamente y nos cuenta la situación por la que atraviesa su empresa. Bajada de ventas generalizada en su sector cercana al 30% con respecto al ejercicio anterior, bajada de márgenes cercana al 15% y se detiene especialmente en un punto: su equipo comercial. Tiene un equipo de una docena de comerciales, mas media docena en atención al cliente, un director comercial y dos jefes de producto: todos altamente formados y en los que la empresa ha invertido mucho dinero en los últimos cinco años. Resulta que le ha costado un lustro construir un equipo comercial valioso y tiene miedo a perderlo. “¿Porqué va usted a perderlos?” preguntó mi colega inocentemente, a lo que nuestro interlocutor respondió, sin ocultar su desanimo, “porque están desmotivados”.

Aquí se nos abrió una puerta para poderles ayudar. Bien con sesiones de coaching o con otra herramienta que es la formación a medida. Formación que, en este caso, va enfocada a dos objetivos: primero recuperar la confianza en la valía del equipo y segundo ayudarles a explorar alternativas que, si no llegan a cubrir la bajada del mercado, si les ayuden a ir abriendo nuevos horizontes que, una vez superado el bache del mercado, les permita un mejor desarrollo comercial. Tras dedicarle a este asunto mas de una hora con nuestro, hoy ya, cliente, pudimos esbozar un esquema de las necesidades prioritarias al respecto. Tras elaborarles un breve, pero bastante conciso presupuesto/ informe, finalmente nos ha encomendado la preparación y posteriormente impartir unas sesiones con su equipo comercial bajo el título “motivación y nuevos caminos”.

Independientemente de la alegría del pedido, que no vamos a ocultar, lo que mas nos halaga es que nuestro primer pedido, a dos semanas de nuestra fundación, es que la naturaleza de éste encargo se enmarca completamente dentro del ideario que nos llevó a poner en marcha este proyecto. No hablamos ni mas, ni menos, que de dar soporte, ayuda, consejo... a las PYMEs. Servir de guía, aportando otras perspectivas y ayudar en la toma de decisiones y la exploración de nuevas soluciones.

domingo, 18 de octubre de 2009

Sinergias entre el conocimiento y las ideas innovadoras

No se muy bien porqué, en casi todas las organizaciones en las que he estado, se asocia el conocimiento a lo estático, a lo conservador e inflexible. Puede que sea porque, en general, el conocimiento es el “poso” que queda tras haber procesado, usado y experimentado las informaciones que llegan a nuestro poder. Información en forma de carreras, masters, libros, artículos,... Informaciones que, en un porcentaje elevado, son ya fruto del conocimiento ajeno, es decir, expresadas por personas que tienen un conocimiento y quieren compartir con nosotros. Esto, amigos míos, es un error. El conocimiento es un hecho, no una opinión; otra cosa es que haya un mal uso del término. Por ello, tenemos que recuperar el respeto al conocimiento, el respeto al saber. Antaño se hablaba del respeto a los mayores o a los sabios, hemos perdido esa buena costumbre, confundiendo el saber con las formas de aplicarlo. Un buen escritor, que domina la prosa, el ritmo, el desarrollo de una historia, tiene un conocimiento, que lo exprese a través del teclado de un ordenador, de una máquina de escribir de 1950 o incluso a pluma, poca importancia tiene, lo importante es la obra. Por ello, no podremos despreciar al autor, por haberlo escrito de forma manuscrita, antes que aparezca impreso en un libro.

Similar principio hemos de aplicar en las empresas. Independientemente que las formas no pueden, ni deben ser las mismas, el espíritu emprendedor y el conocimiento no pueden ser desdeñados por ciertas formas ancestrales, si las tuviesen. Al igual que no nos sirve la repetida frase “llevo veinte años haciéndolo así” o... “a mi me va usted a decir que llevo veinte años haciendo esto”, no podemos desdeñar el conocimiento y la experiencia. Señores, no estamos en un momento en el que podamos derrochar nada; y cuando digo nada, quiero decir eso, nada. Ni la experiencia, ni el conocimiento, ni las nuevas ideas o nuevas herramientas de gestión, promoción, distribución,... Por ello, les invito a la reflexión. Un ejercicio que no he visto hacer en demasiadas organizaciones, fruto del cortoplacismo en el están sometidas ante el pánico ante circunstancias o situaciones desconocidas. Como dice el filósofo Daniel Innerarity, no damos suficiente importancia al futuro, como para pensar en el con profundidad. Estamos sumidos en una permanente GPI (Gestión Por Impulsos) con acciones reactivas en lugar de preventivas o constructivas.

Reivindico desde aquí que busquen y creen sinergias entre esos dos mundos: el conocimiento y la innovación. Entre una generación que construyó cimientos y otra que tiene que construir la segunda, tercera o enésima planta; pero tengamos en cuenta que si no hablamos con quienes hicieron los cimientos y la planta baja, podemos recargar en exceso nuestras fundaciones y... morir de colapso o de éxito. Es tan importante construir, como saber dimensionar el crecimiento o el decrecimiento. Es tan importante para nuestras organizaciones, que como no hagamos esas reflexiones, podemos caer en errores garrafales. Errores que van desde los ya mencionados como el colapso o éxito (es decir no que estamos preparados para asumir ese crecimiento bien por falta de capacidades técnicas o financieras) hasta errores mas fatales fruto de no saber a donde vamos.

Hace muchos años, repetí la pregunta que me enseñó un sabio profesor que tuve al dueño de una empresa con la que colaboré. “¿Qué espera o donde quiere que esté la empresa en diez años?” Parece una pregunta de Perogrullo y puede que lo sea, pero la respuesta es vital. A mi me respondieron “ganar mas dinero”. Eso me preocupó y mucho; en ese momento supe que eso no era un proyecto empresarial, tan solo un medio para hacer dinero. Un proyecto tiene que tener fundamentos profundos y arraigados que pueden estar inscritos en la “misión, visión y valores” o en el “decálogo” o donde ustedes quieran, pero tienen que estar muy claros y para todos. Lo peor que nos puede pasar es tener tantas “empresas” en mente como colaboradores: entonces no irán a ninguna parte.

Para concluir reiteraré mi titular de hoy: unamos fuerzas, ideas, formas, conocimientos en torno a un único proyecto y pongamos todo nuestro saber, nuestro saber hacer y nuestra energía en torno a ese objetivo común. Desde ahí, tendremos que reflexionar en qué esperamos de este proyecto y, a partir de ahí dimensionaremos nuestras organizaciones y sus cimientos correctamente. Pero no me malinterpreten, no les digo que limiten su crecimiento, pero que utilicen todas la herramientas disponibles para, en cada momento, sacar el máximo partido a sus recursos.

Buena suerte.

domingo, 11 de octubre de 2009

¿Se va a acabar la crisis y no hemos sacado nada positivo de ella?

¿Cuántas veces no nos hemos dejado seducir por ese maravilloso anuncio que nos hace asociar tal producto a un estatus o figura social? Todos sabemos, o casi todos, que por mucho que usemos la cafetera de una determinada marca, nunca nos pareceremos al actor George Clooney. La cosa, cuando hablamos de gestión, tecnología o innovación, cambia ya que no podemos dejarnos atrapar.

El enorme esfuerzo que supone obtener una certificación ISO o similar, no implica que a partir de tener el papel seamos mejores. Sencillamente significa que tenemos la sensibilidad y el interés en emprender un camino hacia la calidad, la eficiencia, la satisfacción de nuestros clientes y colaboradores. Es el primer paso de un aventura maravillosa que no acaba nunca. En momentos como el actual, en el que tenemos que maximizar nuestra eficiencia y cuidar al máximo los recursos, no podemos dejarnos llevar ni por las formulas mágicas, ni por el ansia en dar la vuelta a la situación en plazos cortos. De ahí que mucha gente identifica estos momentos de crisis con grandes oportunidades. Yo me sumo a ellos, tenemos grandes oportunidades de mejora, producto de la “necesidad” de mejorar la eficiencia.

Muy a menudo, lo apremiante de las circunstancias nos hacen confundir las herramientas con la solución. No amigos, una herramienta, sea una maquinaria, un software o una herramienta de gestión nunca es la solución: es la vía o el útil para buscar la solución. Me cuesta creer que las empresas comentan errores de forma voluntaria. Todos tenemos ineficiencias que, pueden ser fruto de la redundancia, de la rutina,... y muchas veces de que al tener un impacto reducido, no lo teníamos identificado ni en los costes ni en el propio proceso. Por eso siempre se ha dicho que las épocas de “bonanza” son productores de ineficiencias y desperdicios. Pues es el momento de deshacernos de los lastres de nuestros procesos, maximizar nuestra eficiencia y re inventar nuestra propia empresa o negocio.

Pensemos en una posible situación... Tenemos en nuestras manos una empresa con treinta años de antigüedad, una veintena de empleados, una facturación de seis millones y un resultado a final de año del 5% y no nos damos cuenta de la bomba de relojería que tenemos en nuestras manos si no lo gestionamos correctamente. Dense cuenta que con una caída del 30% de las ventas (que en estos últimos dos años muchos hubiesen firmado) entraríamos en pérdidas asumibles, pero si la caída fuese del 50% ésta representaría un buen año de beneficios. Esto significa que tenemos que “gestionar” ante unos entornos muy cambiantes y sobretodo entrar en lo que ya en su día llamaron los autores americanos Ries & Trout, las “guerrillas”. Es difícil que volvamos a tener mercados tan estables y consolidados como en el pasado; hoy en día, solo con la revolución que tenemos con las herramientas de comunicación, nuestra forma de llegar al cliente ha de ir cambiando. El dinamismo del mercado se está acelerando y ahí es donde tiene que entrar la innovación en nuestra gestión.

Aquí he usado dos conceptos que, para mi, son capitales en nuestros días: “innovación” por una parte y “nuestra gestión” por otra. Innovación no es solamente pasar de una tecnología a otra, que lo es, pero no solo es eso. Innovación es el producto de nuestra creatividad aplicada a nuestra forma de hacer gestión. Tenemos una organización que tiene sus medios productivos, sus colaboradores, su catalogo de productos, sus proveedores, sus subcontratistas,... y es en basa a la suma de todos estos elementos, que tenemos que mejorar nuestra actividad. Para ello tendremos que innovar en producto, en la forma de presentarlo, de acercarnos a nuestros clientes a ofrecerlo, en posicionarlo en el mercado, en promocionarlo,... Tenemos que ir innovando en toda la cadena.

Para ello creo que se necesita alguien de fuera que venga a ayudarnos en el proceso. Desde poner en valor lo que hacemos, hasta que ayude a cuestionar cómo lo hacemos, porqué, con quien,... Ya sabemos que desde la barrera cualquiera es torero, pero el concepto imprescindible, en mi opinión, es hacerlo desde el ruedo, en equipo, investigando juntos, descubriendo juntos y sobretodo creando juntos. No deberiamos acudir a una empresa para aplicar una metodología de análisis como la de Palo Alto y soltarles una charla y marcharnos dejando un espeso, tedioso y extenso informe en el que les digamos todo cuanto se hace mal y unas recetas mágicas y obvias de mejora. Debemos aplicar metodologías ya contrastadas y junto con los implicados, vamos identificando las carencias, analizando el porqué de la situación y como se ha llegado y cuales pueden ser las acciones a desarrollar. A partir de ahí, les ayudamos a implantar las acciones, corrigiéndolas con el fin que sean realmente ad-hoc. De esta forma, hemos consumido el menor numero de recursos posibles, pero ayudando a encontrar las soluciones, no imponiendo o recetando “acciones prêt à porter”.

Todo esto, debemos hacerlo con una terrible ilusión, producto de nuestra apuesta clara por las pymes y por las personas. A todos se nos llena la boca diciendo que “las personas son nuestro mayor capital”, pero pocos lo miman a conciencia implicándolos y ayudándoles a entender que son parte de la solución y no parte del problema. No pretendemos presentar el descubrimiento de América (está conquistada desde hace más de cinco siglos). Lo que si pretendemos es aplicarnos y ayudar a las empresas a reafirmarse en el mercado y sobretodo a que se re-inventen, ganando en ilusión, eficiencia y sobretodo en calidad. Pero no olvidemos que esto es un ciclo interminable y de ahí mi titulo: volver a empezar.