domingo, 18 de octubre de 2009

Sinergias entre el conocimiento y las ideas innovadoras

No se muy bien porqué, en casi todas las organizaciones en las que he estado, se asocia el conocimiento a lo estático, a lo conservador e inflexible. Puede que sea porque, en general, el conocimiento es el “poso” que queda tras haber procesado, usado y experimentado las informaciones que llegan a nuestro poder. Información en forma de carreras, masters, libros, artículos,... Informaciones que, en un porcentaje elevado, son ya fruto del conocimiento ajeno, es decir, expresadas por personas que tienen un conocimiento y quieren compartir con nosotros. Esto, amigos míos, es un error. El conocimiento es un hecho, no una opinión; otra cosa es que haya un mal uso del término. Por ello, tenemos que recuperar el respeto al conocimiento, el respeto al saber. Antaño se hablaba del respeto a los mayores o a los sabios, hemos perdido esa buena costumbre, confundiendo el saber con las formas de aplicarlo. Un buen escritor, que domina la prosa, el ritmo, el desarrollo de una historia, tiene un conocimiento, que lo exprese a través del teclado de un ordenador, de una máquina de escribir de 1950 o incluso a pluma, poca importancia tiene, lo importante es la obra. Por ello, no podremos despreciar al autor, por haberlo escrito de forma manuscrita, antes que aparezca impreso en un libro.

Similar principio hemos de aplicar en las empresas. Independientemente que las formas no pueden, ni deben ser las mismas, el espíritu emprendedor y el conocimiento no pueden ser desdeñados por ciertas formas ancestrales, si las tuviesen. Al igual que no nos sirve la repetida frase “llevo veinte años haciéndolo así” o... “a mi me va usted a decir que llevo veinte años haciendo esto”, no podemos desdeñar el conocimiento y la experiencia. Señores, no estamos en un momento en el que podamos derrochar nada; y cuando digo nada, quiero decir eso, nada. Ni la experiencia, ni el conocimiento, ni las nuevas ideas o nuevas herramientas de gestión, promoción, distribución,... Por ello, les invito a la reflexión. Un ejercicio que no he visto hacer en demasiadas organizaciones, fruto del cortoplacismo en el están sometidas ante el pánico ante circunstancias o situaciones desconocidas. Como dice el filósofo Daniel Innerarity, no damos suficiente importancia al futuro, como para pensar en el con profundidad. Estamos sumidos en una permanente GPI (Gestión Por Impulsos) con acciones reactivas en lugar de preventivas o constructivas.

Reivindico desde aquí que busquen y creen sinergias entre esos dos mundos: el conocimiento y la innovación. Entre una generación que construyó cimientos y otra que tiene que construir la segunda, tercera o enésima planta; pero tengamos en cuenta que si no hablamos con quienes hicieron los cimientos y la planta baja, podemos recargar en exceso nuestras fundaciones y... morir de colapso o de éxito. Es tan importante construir, como saber dimensionar el crecimiento o el decrecimiento. Es tan importante para nuestras organizaciones, que como no hagamos esas reflexiones, podemos caer en errores garrafales. Errores que van desde los ya mencionados como el colapso o éxito (es decir no que estamos preparados para asumir ese crecimiento bien por falta de capacidades técnicas o financieras) hasta errores mas fatales fruto de no saber a donde vamos.

Hace muchos años, repetí la pregunta que me enseñó un sabio profesor que tuve al dueño de una empresa con la que colaboré. “¿Qué espera o donde quiere que esté la empresa en diez años?” Parece una pregunta de Perogrullo y puede que lo sea, pero la respuesta es vital. A mi me respondieron “ganar mas dinero”. Eso me preocupó y mucho; en ese momento supe que eso no era un proyecto empresarial, tan solo un medio para hacer dinero. Un proyecto tiene que tener fundamentos profundos y arraigados que pueden estar inscritos en la “misión, visión y valores” o en el “decálogo” o donde ustedes quieran, pero tienen que estar muy claros y para todos. Lo peor que nos puede pasar es tener tantas “empresas” en mente como colaboradores: entonces no irán a ninguna parte.

Para concluir reiteraré mi titular de hoy: unamos fuerzas, ideas, formas, conocimientos en torno a un único proyecto y pongamos todo nuestro saber, nuestro saber hacer y nuestra energía en torno a ese objetivo común. Desde ahí, tendremos que reflexionar en qué esperamos de este proyecto y, a partir de ahí dimensionaremos nuestras organizaciones y sus cimientos correctamente. Pero no me malinterpreten, no les digo que limiten su crecimiento, pero que utilicen todas la herramientas disponibles para, en cada momento, sacar el máximo partido a sus recursos.

Buena suerte.

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