domingo, 11 de octubre de 2009

¿Se va a acabar la crisis y no hemos sacado nada positivo de ella?

¿Cuántas veces no nos hemos dejado seducir por ese maravilloso anuncio que nos hace asociar tal producto a un estatus o figura social? Todos sabemos, o casi todos, que por mucho que usemos la cafetera de una determinada marca, nunca nos pareceremos al actor George Clooney. La cosa, cuando hablamos de gestión, tecnología o innovación, cambia ya que no podemos dejarnos atrapar.

El enorme esfuerzo que supone obtener una certificación ISO o similar, no implica que a partir de tener el papel seamos mejores. Sencillamente significa que tenemos la sensibilidad y el interés en emprender un camino hacia la calidad, la eficiencia, la satisfacción de nuestros clientes y colaboradores. Es el primer paso de un aventura maravillosa que no acaba nunca. En momentos como el actual, en el que tenemos que maximizar nuestra eficiencia y cuidar al máximo los recursos, no podemos dejarnos llevar ni por las formulas mágicas, ni por el ansia en dar la vuelta a la situación en plazos cortos. De ahí que mucha gente identifica estos momentos de crisis con grandes oportunidades. Yo me sumo a ellos, tenemos grandes oportunidades de mejora, producto de la “necesidad” de mejorar la eficiencia.

Muy a menudo, lo apremiante de las circunstancias nos hacen confundir las herramientas con la solución. No amigos, una herramienta, sea una maquinaria, un software o una herramienta de gestión nunca es la solución: es la vía o el útil para buscar la solución. Me cuesta creer que las empresas comentan errores de forma voluntaria. Todos tenemos ineficiencias que, pueden ser fruto de la redundancia, de la rutina,... y muchas veces de que al tener un impacto reducido, no lo teníamos identificado ni en los costes ni en el propio proceso. Por eso siempre se ha dicho que las épocas de “bonanza” son productores de ineficiencias y desperdicios. Pues es el momento de deshacernos de los lastres de nuestros procesos, maximizar nuestra eficiencia y re inventar nuestra propia empresa o negocio.

Pensemos en una posible situación... Tenemos en nuestras manos una empresa con treinta años de antigüedad, una veintena de empleados, una facturación de seis millones y un resultado a final de año del 5% y no nos damos cuenta de la bomba de relojería que tenemos en nuestras manos si no lo gestionamos correctamente. Dense cuenta que con una caída del 30% de las ventas (que en estos últimos dos años muchos hubiesen firmado) entraríamos en pérdidas asumibles, pero si la caída fuese del 50% ésta representaría un buen año de beneficios. Esto significa que tenemos que “gestionar” ante unos entornos muy cambiantes y sobretodo entrar en lo que ya en su día llamaron los autores americanos Ries & Trout, las “guerrillas”. Es difícil que volvamos a tener mercados tan estables y consolidados como en el pasado; hoy en día, solo con la revolución que tenemos con las herramientas de comunicación, nuestra forma de llegar al cliente ha de ir cambiando. El dinamismo del mercado se está acelerando y ahí es donde tiene que entrar la innovación en nuestra gestión.

Aquí he usado dos conceptos que, para mi, son capitales en nuestros días: “innovación” por una parte y “nuestra gestión” por otra. Innovación no es solamente pasar de una tecnología a otra, que lo es, pero no solo es eso. Innovación es el producto de nuestra creatividad aplicada a nuestra forma de hacer gestión. Tenemos una organización que tiene sus medios productivos, sus colaboradores, su catalogo de productos, sus proveedores, sus subcontratistas,... y es en basa a la suma de todos estos elementos, que tenemos que mejorar nuestra actividad. Para ello tendremos que innovar en producto, en la forma de presentarlo, de acercarnos a nuestros clientes a ofrecerlo, en posicionarlo en el mercado, en promocionarlo,... Tenemos que ir innovando en toda la cadena.

Para ello creo que se necesita alguien de fuera que venga a ayudarnos en el proceso. Desde poner en valor lo que hacemos, hasta que ayude a cuestionar cómo lo hacemos, porqué, con quien,... Ya sabemos que desde la barrera cualquiera es torero, pero el concepto imprescindible, en mi opinión, es hacerlo desde el ruedo, en equipo, investigando juntos, descubriendo juntos y sobretodo creando juntos. No deberiamos acudir a una empresa para aplicar una metodología de análisis como la de Palo Alto y soltarles una charla y marcharnos dejando un espeso, tedioso y extenso informe en el que les digamos todo cuanto se hace mal y unas recetas mágicas y obvias de mejora. Debemos aplicar metodologías ya contrastadas y junto con los implicados, vamos identificando las carencias, analizando el porqué de la situación y como se ha llegado y cuales pueden ser las acciones a desarrollar. A partir de ahí, les ayudamos a implantar las acciones, corrigiéndolas con el fin que sean realmente ad-hoc. De esta forma, hemos consumido el menor numero de recursos posibles, pero ayudando a encontrar las soluciones, no imponiendo o recetando “acciones prêt à porter”.

Todo esto, debemos hacerlo con una terrible ilusión, producto de nuestra apuesta clara por las pymes y por las personas. A todos se nos llena la boca diciendo que “las personas son nuestro mayor capital”, pero pocos lo miman a conciencia implicándolos y ayudándoles a entender que son parte de la solución y no parte del problema. No pretendemos presentar el descubrimiento de América (está conquistada desde hace más de cinco siglos). Lo que si pretendemos es aplicarnos y ayudar a las empresas a reafirmarse en el mercado y sobretodo a que se re-inventen, ganando en ilusión, eficiencia y sobretodo en calidad. Pero no olvidemos que esto es un ciclo interminable y de ahí mi titulo: volver a empezar.

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