viernes, 4 de junio de 2010

CENTREMONOS

No puedo por más que contener mi gesto amargo y de rabia reprimida, ante una noticia publicada hoy en un periódico del País Vasco que viene a titularse algo así como “guerra abierta al absentismo laboral en el Gobierno Vasco”.

“¡Manda caralho!” diría un querido amigo gallego y yo, prefiero reprimir mi primer impulso. Pero lo que está claro es que nos acordamos del absentismo cuando no tenemos recursos que despilfarrar. Este mal no solo azota a la administración (que posiblemente en ésta sea con mayor intensidad) pero lo que está claro es que ésta es, una vez más, la prueba de la laxitud reinante en épocas de bonanza.

Ayer me entrevisté con un empresario asturiano de origen vasco que me relataba, con pasión y con una narrativa de lo más gráfica y entretenida, su carrera desde su tierna juventud hasta la fecha. Reinvertía todo, trabajaba más de 14 horas y los siete días… Todo recurso era aprovechado al máximo. Así ha logrado el éxito y sobretodo se ha forjado un carácter y una actitud que le permitirá no sucumbir a los envites de la crisis. Cierto es que no es preciso ese grado de dedicación, aunque si esa actitud de compromiso y no solo en la empresa privada, en la que no es difícil ver los ojos del jefe; hay que tenerla en “la cosa pública” en donde de forma permanente le vemos los ojos a los jefes: los ciudadanos.

Es tremendo ver, no solo el funcionariado, pero en la ciudadanía en general, el poco respeto que tenemos por los “bienes comunes”. No somos conscientes que son de todos o, a lo mejor, al ser de todos, no son de nadie. Eso es un problema de educación: desde la escuela que deben enseñarnos a disfrutar, pero cuidar y respetar los pupitres, las perchas, los baños,… las cosas que son de todos. De esa forma conseguiremos muchos efectos beneficiosos que van desde el ahorro en mantenimiento o reposición, hasta el deleite de disfrutar un bien en buen estado de uso y disfrute. Nos hemos dejado llevar por la moda del usar y tirar que, no solo resulta poco sostenible, sino que además ha rebajado, en general, la calidad de los bienes, primando la masificación.

No me malinterpreten, ni censuro la sociedad de consumo (sería tarde y vano para hacerlo) ni siquiera quiero criticar al colectivo del funcionariado. Es cierto que hay un porcentaje de empleados públicos altamente cualificados y comprometidos con su función: el servicio público. Pero me parece injusto que otros, por mucho que hayan aprobado sus oposiciones, abusen de sus compañeros y del erario público. En las empresas privadas, esas personas duran poco y cobran menos; si no es asi, es problema del empresario que es quien malgasta sus recursos y hace que su empresa no sea eficiente. Lo malo es que en “lo publico” no es tan fácil, pero posiblemente si mas injusto.

Creo que ya va siendo hora que nos centremos todos un poco: desde analizar claramente que es lo importante, lo imprescindible y lo prescindible, hasta identificar en donde tenemos que poner nuestros esfuerzos y recursos. Todos vamos asistiendo como hay organismos públicos que han reaccionado hace tiempo y otros que lo van haciendo a golpes de timón y encuesta. Todos lo comentamos en tertulias de amigos y en sobremesas familiares. Pero señores, no seamos necios, estamos viendo la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el propio. Volvámonos exigentes con nuestra empresa, con nosotros, con nuestros colaboradores e invitemos a éstos que hagan lo mismo. Preguntémosles ¿cómo puedes ser más eficiente? ¿Cómo puedes ser más productivo? ¿Cómo podemos conseguir más pedidos? ¿Cómo podemos conseguir mejores condiciones de compra?... Hagámosles responsables de la solución, no del problema. Los responsables de los problemas suelen ser los jefes, no los trabajadores. Responsables por omisión o por error. Omisión al no ver de primera mano lo que pasa y no escuchar a los que tienen la solución en las manos y error por tomar las decisiones, por no comunicar, porque son ustedes los responsables de la empresa y por ello cobran más que un peón.

Tomen las riendas de la situación e inviten a trabajadores, clientes y consultores externos a que es ayuden a buscar las soluciones; que serán el producto de muchas pequeñas acciones, con efectos exponenciales en algunos casos, efecto placebo en otras y efectos directos muchas. Tengan en cuenta que las sensaciones cuentan ahora más que nunca. Si tiene usted que cambiar la flota de los cinco coches de su empresa y usted conduce uno de 50.000€ y sus colaboradores de 25.000€, coja usted uno de 30.000€ y que sus colaboradores opten por los de 20.000€. El ahorro será de 40.000€ pero sobretodo su equipo percibirá que usted ha hecho el mayor sacrificio y ellos solo se han privado del GPS, la radio digital y 15cv de potencia.

Dense cuenta que bajar los costes superfluos y ajustarse en viajes puede bajarle la partida en un 20% de forma muy rápida, so hablamos de telefonía cámbiese de operador y el primer año obtendrá un importante ahorro (al año siguiente lo vuelve a hacer…). Así hay miles de pequeños gastos que suman. En un cliente le hicimos un estudio y le rebajamos sus gastos generales en un 25%, sin despedir a nadie. Se aplicaron medidas duras, pero se explicaron a todo el mundo y se dejo claro que eran temporales y con un objetivo claro: superar la crisis. Superarla trabajando para el mañana y preparándose para el “post crisis” con nuevos productos o servicios, nuevos mercados, nuevos clientes,…

Centrémonos: seamos capaces de sentarnos ante el espejo, con lápiz y papel y siendo honestos con nosotros mismos, preparémonos para serlo con los empleados y, junto con ellos, buscar las soluciones. ¿Sabían ustedes que en el cliente que he mencionado un 5% de los recortes fueron propuestos por los trabajadores? Luego la clave será poder mejorar las condiciones sin volver a caer en el despilfarro: cuando salga del despacho, apague la luz, no por la crisis, sino porque es un hábito muy sano.

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